28 febrero, 2007

Un cuento para Silvia

Esta es la historia de un caballo.
Un caballo de madera, en apariencia inanimado. Un caballo de colores intensos, exóticamente engalanado para festejos. Un caballo de mirada tranquila, de porte elegante, de nombre Silvio. Un caballo de madera.

Silvio no podía hacer otra que esperar.
Esperar a que alguien, con más sensibilidad que sentido práctico, se fijara en él. Silvio aguardaba pacientemente en un estante de la tienda. Ni siquiera él sabía desde cuándo estaba allí.
Desde su rincón observaba a los clientes pasear por el interior, curioseando, toqueteando, preguntando el precio de cosas por las que en realidad no sentían ningún interés. Algunos se cercaban a él y le miraban con cara de “a quién le puede gustar esto?”. Otros simplemente lo descartaban porque sus colores no combinaban con su salón. Los más, pasaban de largo, directamente, sin dedicarle siquiera un pase de reojo.
Pero Silvio ya estaba acostumbrado. Y aunque sus compañeros de estantería se burlaban de él, en su interior Silvio guardaba la esperanza de que, algún día, llegaría su alguien especial. Alguien que entendería su belleza más profunda. Alguien que también fuera profundamente bello.
Y ella le miró. Fijamente. Y sonrió.
Un día entró en la tienda una muchachita de cabellos negros y sonrisa dulce.
Era en realidad toda una mujer, una mujer con sus grietas y sus cruces, con sus años y sus canas. Una gran mujer. Pero Silvio sólo veía su hermosa melena negra, sus paralizantes ojos grises y su dulce sonrisa interior. Silvio tan sólo veía a la niña.
Y supo que había llegado su momento.
Procuró no moverse, no quería asustarla. Y esperó.
La muchacha se acercó, lo tomó en sus manos, lo miró con detalle y lo volvió a dejar en el estante. Cuando Silvio empezaba a temer lo peor, ella se le acercó de nuevo para hablarle al oído.
Silvio trató de no defraudarla y puso toda la atención que sus orejitas de madera eran capaces de expresar.
Y ella le habló de su amiga. Le contó que había alguien a quien quería mucho y por quien estaba preocupada porque llevaba muchos días muy triste.
Silvio no se perdía una coma, presentía que su nueva amiga le iba a encomendar una misión importante y quería estar a la altura.
- “Podrías cuidar de ella por mí?” le preguntó. “Yo no puedo estar con ella todo el tiempo, pero tú sí podrías. Lo harías? Cuidarías de ella?”
Cómo negarse?! Silvio estaba deseando salir ya de la tienda y ayudar a su nueva amiga. Ella lo comprendió y lo compró para la amiga triste. Hizo un bonito paquete y se lo envió.
Desde entonces Silvio vive feliz cumpliendo su misión, cuidando de la amiga triste, que ahora ya no está triste porque Silvio está a su lado.
Y cada vez que Silvio y la amiga triste que ya no está triste cruzan una mirada, le dedican un pensamiento a la muchacha de hermosa melena negra, paralizantes ojos grises y dulce sonrisa interior.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me gusta, aunque creo que lo importante es que te guste a tí (esto ¿te recuerda a alguien?).
Gracias de verdad, por que sé de tu timidez con este tema. Una vez más GRACIAS por atender mi atrevida solicitud!!!
Me ha emocionado.... y tal y como le digo a mi hermana, por favor no rompas nunca más lo que escribas.
Un besazo.

Anónimo dijo...

Gràcies pel teu conte i per la teva sensibilitat :-)
La sensibilitat d'una persona que és transparent, com tot el que és delicat. Com els petals de la rosa blanca que tant t'agrada i que dona color al teu nom.

Silvia.

Amparo dijo...

Por fin he podido leer la historia de Silvio, el caballo de madera. Es un cuento precioso.

Doña Paranoica dijo...

Madre mía!!!! ¡¡¡Qué hoy estoy muy sensible!!!! Me ha encantado, de verdad, y espero que algún día alguien especial me dedique un cuento así.

Gracias por compartirlo con todos nosotros, ha sido todo un detallazo