No soy una persona muy entendida en el tema, confieso, pero la música para mí es como la pintura, o me mueve las entrañas o no me las mueve. Lo que mi padre consiguió enseñarme es a escuchar la música, a sentirla, a tratar de ir más allá de las primeras notas. Y aunque nunca fui una alumna aventajada, algo me debió quedar de cada conversación que tuvimos sobre ópera, sobre Mozart... o sobre zarzuela (para él tan grande y tan clásica como cualquier otro género).
Hoy me apetece compartir una pieza que a mí personalmente me eriza la piel cada vez que la escucho. Es parte de un concierto para Oboe y su autor es Alessandro Marcello, veneciano y contemporáneo de Vivaldi.
La escuché por primera vez hace muchos años, en la banda sonora de una película, un clásico del cine romántico de los 70, Anónimo Veneciano. En el argumento, esta pieza era el "anónimo veneciano" que el prota, director de orquesta, ensayaba con sus alumnos. Tardé años en encontrarla y descubrir que en realidad no era anónima, sino que tenía nombre y apellidos. Y recuerdo también la emoción al encontrar el cd que la contenía...
Esta es una de esas joyas para escuchar con los ojos cerrados y el alma abierta.
1 comentario:
Creo que deberíamos ir a algún concierto de vez en cuando. Esta música reconcilia con la vida.
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