Cada día uno se cruza por la calle con cientos de personas, y a veces te cruzas con una que eclipsa al resto... para bien, o para mal.
Hoy me ha pasado en el metro, volviendo a casa.
Es un viejo conocido de la línea 3, al que llevaba tiempo sin ver.
Iba yo pensando en mis cosas, cuando le he visto entrar por la misma puerta donde estaba yo. El tipo ... en su línea, repasando a toda bicha viviente, porque este tío sólo se atreve a repasar a personas de género femenino. Y no es que mire, sino cómo mira. A veces anda más rápido para ponerse a la altura de alguna chica y entonces la repasa de arriba a abajo, una o varias veces, y sonríe, pero con una de esas sonrisas ofensivas.
Es un tipo bajito, con cara de pocos amigos y andares chulescos. Por su aspecto, diría que un skin convencido. En su mirada se lee el desprecio y la mezquindad.
Antes, cuando me lo encontraba en el transbordo de línea, intentaba dejar distancia. O le adelantaba, o trataba de quedarme atrás. Si tenía la suerte de no coincidir con él en el vagón, le perdía de vista y le olvidaba. Hasta el día siguiente.
Pero hoy, que le he tenido a medio metro de distancia, he podido observar la reacción de las mujeres a quienes él miraba. Algunas se hacían las locas, como si no le hubieran visto (mejor pasar desapercibidas, supongo) y otras bajaban la mirada, no sé si por asco o por vergüenza, o tal vez porque ya era tarde para disimular. Yo he pensado que mejor tenerle de espaldas, así no me ve... pero no me ha servido de mucho el camuflaje porque le he tenido que pedir paso y finalmente hemos cruzado la mirada.
Esta vez me costará olvidar. Sus ojos eran puro desafío.
Se ha apartado, eso sí, pero perdonándome la vida.
Y yo he salido dándole las gracias, no sé muy bien si para evitar que se quedara con mi cara, o a lo mejor porque sigo pensando que "de bien nacidos es ser agradecidos" y al final, ser amable no cuesta dinero, y abre muchos corazones (o eso me gusta pensar).
He caminado hasta casa pensando en la impresión que nos causan algunas personas. Personas con las que, a lo mejor, sólo compartimos el trayecto al trabajo, pero que aún así condicionan nuestro comportamiento. O quizás yo soy muy fácil de condicionar, no sé... Pero este es un individuo al que no me gusta tener cerca. Me pone nerviosa.
Que por qué lo cuento aquí? pues no sé, pura necesidad supongo, como en los viejos tiempos.
Y ahora... me voy a ver a Natalia. Tenemos que ponernos al día, hace mucho (demasiado) que no nos hablamos.
16 noviembre, 2007
13 noviembre, 2007
Japón VII, esto ya se acaba (por fin!??)
El relato del viaje llega a su fin... demasiado largo, no? En realidad queda poco por contar... El último día transcurrió entre un famosísimo jardín zen, más templos, un delicioso paseo por Gion Kobu (el tradicional barrio de las geishas)


y alguna incursión en la zona comercial, buscando el regalo de última hora... (esta última parte muy a pesar de Ricardo... Es que le agoto, y la verdad, no sé cómo me aguanta)
Llegué a nuestra última cena con el grupo un poco triste, porque la idea de marchar al día siguiente no me gustaba nada. Esa noche se nos apuntó el chico-camiseta, que flipó bastante cuando escuchó nuestra canción (bueno, él y todos los japoneses que estaban cenando en el local)... y lamentó no haberse unido a nosotros mucho antes... Finalmente cumplimos con el ritual de intercambio de teléfonos y direcciones, señal inequívoca de que el viaje acababa... "Mierda! esto ya no tiene remedio, mañana nos vamos". Y sí, volvíamos a Barcelona, pero con la firme intención de regresar a Japón algún día y con la sensación, al menos yo, de haber encontrado la sociedad en la que me gustaría vivir. Sé que no es una sociedad perfecta, "más se acerca a lo que yo... simplemente soñé".
Y hasta aquí llegué. He tratado de contar, con más o menos gracia, un poco lo que fue nuestro viaje, sin más intención que abriros una pequeña ventana a un país tan distinto como fascinante. Evidentemente, Japón es mucho, muuucho más de lo que podais llegar a leer en este blog o en cualquier otro. Mucho más que unas cuantas fotos y anécdotas. Mucho más que los tópicos que nos llegan, que si el manga, que si las geishas, que si el sushi... Nos queda tanto por aprender... En fin, yo sigo remirando las fotos y comentando recuerdos con mi chico, así parece que alargamos el viaje... Quien no se consuela es porque no quiere... no?


y alguna incursión en la zona comercial, buscando el regalo de última hora... (esta última parte muy a pesar de Ricardo... Es que le agoto, y la verdad, no sé cómo me aguanta)
Llegué a nuestra última cena con el grupo un poco triste, porque la idea de marchar al día siguiente no me gustaba nada. Esa noche se nos apuntó el chico-camiseta, que flipó bastante cuando escuchó nuestra canción (bueno, él y todos los japoneses que estaban cenando en el local)... y lamentó no haberse unido a nosotros mucho antes... Finalmente cumplimos con el ritual de intercambio de teléfonos y direcciones, señal inequívoca de que el viaje acababa... "Mierda! esto ya no tiene remedio, mañana nos vamos". Y sí, volvíamos a Barcelona, pero con la firme intención de regresar a Japón algún día y con la sensación, al menos yo, de haber encontrado la sociedad en la que me gustaría vivir. Sé que no es una sociedad perfecta, "más se acerca a lo que yo... simplemente soñé".
Y hasta aquí llegué. He tratado de contar, con más o menos gracia, un poco lo que fue nuestro viaje, sin más intención que abriros una pequeña ventana a un país tan distinto como fascinante. Evidentemente, Japón es mucho, muuucho más de lo que podais llegar a leer en este blog o en cualquier otro. Mucho más que unas cuantas fotos y anécdotas. Mucho más que los tópicos que nos llegan, que si el manga, que si las geishas, que si el sushi... Nos queda tanto por aprender... En fin, yo sigo remirando las fotos y comentando recuerdos con mi chico, así parece que alargamos el viaje... Quien no se consuela es porque no quiere... no?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)