30 octubre, 2007

Japón VI, 24 horas en Nara.

Cuando R. y yo nos planteamos el viaje a Japón, una de las cosas que teníamos clarísimas era la estancia en un ryokan. Y como en el circuito que teníamos contratado con Catai no había ninguno, y tampoco estuvieron muy por la labor de ofrecernos alternativas, pues decidimos ir por libre. A través de Japanese Guest Houses (muy recomendable) pudimos reservar habitación en el ryokan que nos habían recomendado: el Kankaso, en la ciudad de Nara. De modo que una vez en Kyoto, nos organizamos para dedicarnos un par de días para estar solos, ir a nuestro aire y disfrutar de una auténtica “noche japonesa”.
Nara es una pequeña ciudad cercana a Kyoto, a no más de 30 minutos en tren. Fue capital del Japón medieval y es uno de los principales destinos turísticos del país. Nara es un lugar muy especial. O quizás es que para nosotros lo fue y por eso mi recuerdo no puede ser objetivo.
Esa mañana cogimos lo imprescindible en una mochila y nos encaminamos a la estación de Kyoto. Hay quien me ha dicho que es dificilísimo moverse en Japón si no llevas a un guía al lado y/o no hablas japonés. Esa no es nuestra experiencia. Los días que nos desplazamos por nuestra cuenta no tuvimos ningún problema. Evidentemente es más fácil si hablas la lengua, pero los japoneses son tan rigurosos y organizados, y tan amables que no tienes más que preguntar y siempre hay alguien dispuesto a ayudarte si estás perdido.
Al caso, llegamos en tren a Nara a media mañana y nos dedicamos a visitar los lugares que teníamos previstos: los templos budistas Kofuku-ji (foto de archivo)
y Todai-ji, en el que se encuentra una estatua gigante del Buda Vairocana (según dicen, el Buda más grande - construido en bronce - del mundo);

el parque Nara-koen, donde hay más de 1000 ciervos campando a sus anchas; y el santuario sintoísta Kasuga.
Los ciervos son una constante en Nara. Cuenta la tradición sintoísta que los dioses viajaban montados en ellos, por lo que se les considera mensajeros divinos y portadores de buena suerte.
Repartidos por el parque encuentras unos puestecillos donde comprar galletas para dar de comer a los ciervos. Si te decides, estás perdido! Te rodean y te mordisquean el cinturón o lo que pillen para que les des de comer… Son adorables! Te miran con aquellos ojillos y tú ya sólo puedes correr a comprar todas las galletas del mundo para tus nuevos amigos…
En cuanto al Kasuga, quizás lo más destacable son los cerca de 3000 faroles de piedra que bordean el camino de acceso al santuario. Los encienden dos veces al año. Todo un espectáculo.


Una vez recorridos estos lugares, nos acercamos al ryokan que teníamos reservado. Su ubicación era inmejorable, en la misma calle que unía el parque de los ciervos con el templo Todai-ji, en pleno bullicio, y sin embargo una vez allí no escuchabas ni una voz, sólo el canto de las chicharras (a estas no había forma de evitarlas) y tu propia respiración. Fue como si se detuviera el tiempo…
En el Kankaso nos atendió una anciana muy sonriente que apenas conocía diez palabras en inglés, pero que se hacía entender a la perfección. Nos enseñó “nuestros aposentos”, nos sirvió una taza de té y nos preguntó a qué hora queríamos cenar (pronto, allí cenan muy pronto). Después, nos preparó un baño caliente. Es una costumbre japonesa muy extendida la de tomar un baño caliente por la noche. Y cuando digo caliente, quiero decir muuuy caliente. Se puede tomar en casa o en los baños públicos

y el propósito no es el de lavarse, cosa que debes hacer antes de entrar en la bañera/piscina, sino que está pensado para relajarse, eliminar toxinas, estimular la circulación… Para el occidental no acostumbrado, es necesario entrar poco a poco en la piscina, para que el cuerpo se vaya adaptando a la alta temperatura… Fatal para los hipotensos… yo tuve que salir enseguida y sentarme porque se me iba la cabeza. (sí, más de lo normal... que ya veo la risita de alguna)
Tras el baño, que la verdad es que nos sentó de fábula, nos vestimos de nuevo con el yukata y nos preparamos para recibir la cena más japonesa de todo el viaje. En un ryokan, la comida que te sirven suele ser el menú tradicional japonés, es decir, nada de desayunos o cenas “a la europea”. Y efectivamente, la cena fue una pasada. Disfrutamos de cada bocado, a excepción de un par de cosas que no conseguimos identificar y cuya textura nos pareció, sobre todo a mí, un poco desagradable. Contamos como ocho platos diferentes… Llegó un momento en que cuando veíamos aparecer a la señora con la bandeja, temblábamos! jajaja
En fin, que allí confirmé que sí, que me encanta la comida japonesa. Por fin me liberé de ese prejuicio.
Tras la cena, salimos a dar un paseo por el barrio. La señora nos había explicado antes del baño que en esos días se estaba celebrando el Nara To Kae, una fiesta en la que, durante unos diez días, al anochecer, se distribuyen por todo el parque (el mismo por el que campan los ciervos) unas 10.000 velas, y las encienden una a una, con el deseo de iluminar el camino (espiritualmente hablando, se entiende) a todo aquel que acuda al lugar. Espectacular es una palabra que se queda corta.
De vuelta en el ryokan, encontramos la habitación preparada: habían retirado la mesa y colocado el futón en el centro de la estancia.
Esa noche a mí me costó dormir, pero no fue por la dureza de la cama, sino por la emoción, por todo lo vivido ese día.
A la mañana siguiente, volvimos a tener baño caliente y desayuno japonés. Estuvo genial, aunque se hace raro esto de desayunar caldo con verduras, arroz, pollo, fideos, pescado…
Después de eso, la amarga despedida... Llegó la hora de volver a Kyoto.
Teníamos por delante nuestro último día en Japón.

17 octubre, 2007

Japón V, por fin en Kyoto.

Para la primera tarde en Kyoto, fue fácil ponernos de acuerdo. La visita que teníamos en mente era una de esas "imprescindibles".
Tras una brevísima puesta a punto en el hotel, tomamos un cercanías dirección a Fushimi Inari, un santuario muy cercano a Kyoto y, afortunadamente, poco frecuentado por turistas. En él se encuentra, además del santuario propiamente dicho, un camino de más de 4kms bordeado de Toriis (puertas) rojas, que fueron donadas - dicen - por hombres de negocios como ofrenda al santuario. La sensación de pasear por ese lugar, en algunos tramos completamente solos, era sencillamente espectacular. Cada pocos metros llegaba un claro en el camino y podías detenerte ante un altar, aprovechar para dar gracias por esa experiencia, o simplemente para impregnarte de la paz que allí se respiraba.
Para quienes hayan visto Memorias de una Geisha, quizá les resulte familiar la imagen...
De vuelta en la ciudad, sólo nos quedaba buscar un sitio donde nos dieran de cenar a los 10 amigos. La cosa fue rápida porque menuda es Francis organizando! Comimos, bebimos y nos echamos unas buenas risas, para no perder la costumbre. Alguna de estas risas fue a costa de la comida, ya que pedimos pulpo y nos sirvieron gambas! y claro, nos dió por elucubrar... "será que aquí a la gamba la llaman octopus y al pulpo prawn?" o "será que nuestro inglés es más patético de lo que pensamos?" ...parece evidente que alguien se confundió, pero después de medio litro de cerveza cualquier explicación nos servía, sobre todo para seguir riendo... Y claro, con la tontería… llegó la cancioncilla. A Francis no se le ocurrió otra cosa que grabarnos en video cantando una canción cuya letra eran las ciudades que habíamos visitado y la música... (no podía ser otra) la archiconocida melodía de Heidi. Impresionante documento! Risas y más risas. (yo creo que a estas alturas del viaje, Héctor, el chico camiseta, ya estaba muy arrepentido de haberse juntado con el otro grupo, que no se reían ni la cuarta parte que nosotros)


Al día siguiente... 3 visitas obligadas: Sanjusangendo, un templo budista famoso por sus 1001 imágenes de Kannon, una deidad budista.
Kinkakuji, conocido como el Pabellón Dorado por estar cubierto de pan de oro. Fue construido por un shogun, pero no para habitarlo sino para dedicarse a la meditación, a las artes y a los pequeños placeres de la vida (no era tonto el hombre). Una preciosidad.

Santuario de Heian, dedicado al emperador Kammu que fue el fundador de Kyoto.

Al terminar la visita, y a petición nuestra, nos dejan en la puerta de una mega tienda, rollo Corte Inglés, para que podamos hacer todas las compras del mundo (las típicas, básicamente). Buffet libre en la última planta (ya he dicho que era rollo Corte Inglés) y sincronización de relojes para encontrarnos 3 horas más tarde en la puerta. Ojo al dato: la tienda tenía un servicio gratuito de taxi que nos llevaba de vuelta al hotel a la hora que quisiéramos! Bueno, las compras... mejor no entramos en detalles. Sólo deciros que hasta nos hicimos una foto con las muchachas que nos atendieron. Ya puestos a hacer el turista...
Lo mejor de la tarde: encontramos una tienda (otra, en frente de la primera) en la que vendían katanas auténticas, no para turistas, y todo tipo de artilugios para enamorados de las artes marciales, uséase, nosotros. Por si alguien se lo pregunta... no, no volvimos con katana incorporada. Ricardo, que es muy exquisito (como dice Amparo), sólo se comprará una de las buenas cuando podamos pagarla, claro. Para que os hagais una idea, una katana auténtica japonesa, elaborada artesanalmente, puede costar entre 9.000 y 20.000 euros. A partir de ahí hay otras calidades y otros precios, pero profundizar en eso nos llevaría tiempo... y me queda mucho por contar.

Volviendo al caso... muy cerca de las dos tiendas, estaba el Kyoto Budo Center que es un lugar donde se practican artes marciales y al que puedes asistir como discreto espectador. Averiguamos a qué hora era la clase de ese día y allí nos plantamos con Josep, después de pasar por el hotel para cambio rápido, dejar bolsas y salir pitando otra vez. Estuvimos viendo una clase de Kendo, que -para quienes no sepan- es esa disciplina en que utilizan máscara y armadura, y como arma un sable de bambú. (que a bote pronto uno piensa "¿se ponen armadura para darse con un sable de bambú?"... pues poca broma, que se dan unas leches...)
A la salida, Josep no paraba de decirnos "sé que me repito pero es que ha sido una pasada"... Para nosotros también lo fue.
Taxi de vuelta para encontrarnos con el resto del grupo y salir a cenar. En Japón hace tantísimo calor en verano que bebes y bebes y no te das cuenta, pero lo mismo agua que cerveza... Bueno, cuenta si te das porque uno no acaba igual de contento... Esa noche, yo me pimplé un litro (enterito) de cerveza... Creo que yo no me bebía eso desde mis años mozos, allá por la prehistoria. Ya podeis imaginar el espectáculo. Rematamos la noche en la habitación de Quim, entre botellas de alcohol compradas en Munich, frutos secos y fotos de disparador automático, de esas en que siempre alguien sale sin cabeza.

03 octubre, 2007

He vuelto

No puedo dar un motivo concreto por el cual he estado missing, como no sea que no me apetecía nada escribir, lo que, para ser sinceros, en mí es un síntoma claro clarísimo de que algo pasa. Ya otra cosa sería identificar el qué, pero casi es lo de menos ahora.
Que he estado triste, sí, mucho. Y que algo de eso todavía queda... pero hoy he tenido un día inspirado, se me ha ocurrido revisar el blog y releer los comentarios que habeis ido dejando en cada entrada... y me he sentido muy muy muy afortunada. Y me han entrado ganas de volver. Ahora estoy sentada frente al teclado y escuchando algunas de mis canciones favoritas, y me siento muy acompañada. Es un gustazo.

Y bueno, ya que vuelvo, lo hago con dos buenas noticias.
La primera: la Doña ha sacado Cum Laude!!!!! FELICIDADES OTRA VEZ CAMPEONA!!! (me apetecía felicitarte aquí ;)
Yo creo que todos los que la seguimos desde hace tiempo estamos aún saltando de alegría. Todavía recuerdo el primer día que entré en su blog... Cómo me alegro de haberlo hecho!
La segunda: Natalia ha vuelto a Barcelona. Y esta vez para quedarse. Natalia es una de esas amigas de años y años, a quienes nunca dejas de echar de menos. Aunque en los últimos años nos hayamos visto sólo por Navidad, aunque los kilómetros hayan llenado de excusas mis bolsillos, aunque sus horarios de mami nos hayan puesto difícil el encuentro anual, aunque nuestras vidas se hayan distanciado tanto... me entero que está de vuelta y me muero de ganas de verla. Bienvenida Nat!
Ah! Y no me olvido que me queda por soltar la última (o penúltima) entrega del viaje... Aún os he de hablar de Nara, que fue para nosotros el recuerdo más hermoso e intenso del viaje. Pero eso ya será mañana.
Hoy me gustaría compartir algunas de las canciones que me han acompañado en este ratito... Aquí os dejo con Stevie Wonder, Eagles y Aerosmith.