Bueeeno, ya está arreglao! al menos, ya tengo acceso a internet y os puedo empezar a contar cosillas de los japones... (trataré de enrollarme lo justo y no ser muy peñazo)
Salimos de Barcelona rumbo a Munich, para cambiar allí de avión. (jajaja, esto promete, no? si empiezo hablando del avión) AH! Os cuento la anécdota de Munich: resulta que con nosotros viajaba un guía acompañante desde España, y al encontrarnos todo el grupo en Munich el tío va y nos dice "en todos los viajes siempre se acaba montando una fiesta en mi habitación y todos aportamos algo de alcohol... os lo digo por si quereis aprovechar el duty free y comprar algo"... Flipaos nos quedamos! primero pensamos "anda ya! vamos a comprar alcohol"... pero luego: "y si todo el mundo lleva algo y nosotros somos los únicos que no??" ... Total, que supongo que todos debimos pensar lo mismo porque todos llevábamos alguna bebida en nuestro equipaje de mano.

Bueno, a lo que íbamos: el viaje de ida fue muuuy pesado: 14 horas de avión más las que se pierden en las salas de espera de los aeropuertos...
Aterrizábamos en Tokyo a las diez de la mañana, que eran aquí las tres de la madrugada. Entre recoger maletas, que fue muchísimo más rápido de lo que suele ser en Barcelona, y que nos recogieran a nosotros, llegamos al hotel con más de 24 horas sin cerrar un ojo. (lo de dormir en los aviones nunca se me ha dado bien, porque eso de dar cabezadas de 10 minutos no es lo que yo llamo dormir)
En el hotel, decidimos descansar un par de horas y después salir de reconocimiento, para situarnos un poco y eso. Nuestro hotel estaba muy cerca de una importante estación de tren, Shinagawa. Estuvimos paseando por el barrio antes de adentrarnos en el misterioso mundo de los trenes y metros japoneses (toda una aventura hasta que le pillas el truquillo)...
Nuestro primer "oohhhh" llegó en lo alto de la Torre Tokyo (por cierto, más alta que la parisina), viendo el atardecer y unas impresionantes vistas de la ciudad.
Como no controlábamos aún los horarios de las comidas, acabamos en un chiringuito estupendo, comprando a golpe de dedo-sobre-foto una caja Bento para cenar.

Las Bento son unas cajas divididas en compartimentos, con distintas piezas de comida... Las hay de todo... de carne, pescado, verduras, arroz (casi todas), tempura... y demás clásicos de la cocina japonesa. No están mal, es una buena solución cuando no quieres (o no puedes) buscar un restaurante.
El regreso al hotel quizás fue lo más esperado de la jornada. Ya podeis imaginar cómo caímos (literalmente) en la cama... Exhaustos!
Al día siguiente teníamos visita guiada por Tokyo. Fue un poco decepcionante, pero no por lo que vimos sino por el modo en que lo vimos, pero ya se sabe, si vas en viaje organizado... es lo que hay. Fue como el anuncio este del laxante... "autobus, 3 minutos para ver el palacio, 1 minuto para la foto, autobus, 2 minutos para el templo, 1 minuto para la foto, 4 minutos para la tienda de souvenirs, autobus, al jardín no vamos que no hay tiempo..." y así todo...
En cualquier caso, la visita organizada nos acercó a otros miembros del grupo, con los que planeamos la excursión a Nikko del día siguiente, que ya era por nuestra cuenta.

Nikko era algo que nosotros no teníamos previsto, no porque no valiera la pena sino porque esa excursión nos robaba tiempo de ver más Tokyo... Pero finalmente nos apuntamos. Y menos mal que lo hicimos, porque es impresionante de verdad. Además de Parque Nacional, Nikko había sido un centro religioso budista sintoísta, con un conjunto de santuarios en plena naturaleza, que uno no puede perderse por nada del mundo. Cómo me alegro de que nos insistieran. Después de esta visita, ningún otro templo te parece tan hermoso. Es una maravilla.
Al día siguiente ya salíamos hacia Hakone. De esta primera etapa del viaje sólo lamentamos el poco tiempo libre en Tokyo... Esa ciudad es demasiado para tres tardes. Sin duda, habrá que volver.